viernes, 15 de julio de 2016

Recuerdos

Después de tanto tiempo volvía a ese lugar, volvía a casa.
Entré por la puerta y me recibió el dulce olor a manzana. Por inercia fui a la cocina, porque por un momento pensé que habías hecho nuestro pastel, ese que siempre hacíamos en las tardes de otoño.  Pero, cuando llegué vi una cocina sin vida: no había café recién hecho, ni fruta en el frutero, las sillas estaban colocadas encima de la mesa y tu taza de café no estaba el escurreplatos.
Retrocedí otra vez a la entrada y vi al causante de mi confusión, un pequeño ambientador encima del mueble del recibidor. Seguramente alguien allí lo había dejado para que la casa no oliese a cerrado. Sonreí, porque quien lo había hecho te conocía perfectamente y sabía que era tu olor favorito.
Con esa misma sonrisa fui hasta el salón, por un momento fui incapaz de moverme. Las fotos me miraban desde todas partes y cada una me contaba una historia. Con nostalgia cogí uno de los álbumes de fotos y me senté en tu sillón favorito a verlo. Con tristeza vi mi vida capturada en trozos de papel fotográfico. Trozos de papel que contenían recuerdos que habían permanecido enterrados hasta ese momento y que ahora resurgían. Intenté buscarte en las fotos, aun sabiendo que sería casi imposible encontrarte: te sentías más a gusto detrás de la cámara que delante de ella.
Con pesar cerré el álbum y lo dejé en la mesa que café que estaba enfrente. Entonces la vi una foto donde salíamos tú y yo. Había pasado mucho tiempo desde entonces. Una versión más joven de mí sonreía mientras te abrazaba y tú reías a carcajadas.
No sé cuánto tiempo pasé mirando esa foto, realmente no lo sé. Pensé en muchas cosas, pero sobre todo pensé en cuanto tiempo habías pasado tú mirando esa foto desde ese mismo sillón y en cuanto tiempo habíamos perdido en lugar de seguir acumulando recuerdos. Porque ahora esos recuerdos son lo único que me queda de ti.


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